El Consorcio coedita una publicación sobre el Pazo de San Lourenzo de Trasouto

Martes, 3 Noviembre, 2015

El Consorcio de Santiago y la editorial Guiverny acaban de publicar El Pazo de San Lourenzo de Trasouto. De oratorio franciscano a retiro señorial. El historiadorlucenseJuan David Díaz López (Lugo, 1982), licenciado en Historia del Arte y en Periodismo, realizó este trabajo en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Santiago. En su desarrollo contó con la colaboración de los propietarios actuales del pazo, José María Ruíz de Bucesta y su familia, que contribuyeron a documentar la historia del patrimonio familiar. Asimismo, recurrió  al Archivo Histórico de la USC, al Archivo de la Catedral de Santiago y al Archivo del convento de San Francisco. Los arquitectos José Antonio Franco Taboada y Santiago Tarrío le proporcionaron planos de interés que se recogen en la publicación.

 

El historiador explica que “el modo de vivir en este lugar siempre partió de un nexo común: la valoración de la naturaleza como medio propicio para el retiro y la salud del espíritu. El afán eremita con el que los frailes se recluyeron entre sus muros tiene continuidad en la vida del pazo, que hoy es utilizado como residencia ocasional”.

 

El estudio aborda todas las vicisitudes que ha vivido el pazo a lo largo de la historia. Tal como indica en el prólogo el profesor Alfredo Vigo Trasancos, catedrático de Historia del Arte de la USC,“se diría que, camuflado como está por la vistosa arboleda que se despliega frondosa en el valle del Sarela, quedase el conjunto medio oculto a las miradas distraidas de los transeúntes; incrementa este efecto el hecho de que esté el edificio alejado del casco urbano, sea además muy lacónico y desornamentado en su arquitectura exterior, tenga una volumetría horizontal dominante y posea asimismo una organización volcada hacia el interior, donde un claustro, huertas, discretos jardines y hasta un bosque de cierta extensión quedan resguardados tras unos poderosos muros”. 

 

Ocupantes ilustres como el emperador Carlos V o la reina Fabiola de Bélgica

 

El pazo fue un pequeño oratorio ermitaño en el siglo XIII, luego un convento franciscano alejado del centro urbano en la tardía Edad Media, posteriormente un edificio abandonado que casi se convierte e una ruina romántica durante la desamortización decimonónica y, finalmente, a partir de 1880, un pazo de recreo donde sus nuevos propietarios, descendientes de la ilustre casa de los Condes de Altamira, han disfrutado en multitud de ocasiones de plácidas jornadas de ocio estival.

 

El autor desgrana los pormenores históricos del pazo, quiénes fueron sus ocupantes más ilustres -entre ellos un arzobispo tachado de nigromante, el compostelano Pedro Muñiz; el afamado emperador Carlos V; y hasta una reina reciente, Fabiola de Mora y Aragón, que estuvo casada con el rey Balduino de Bélgica-. También hace un recorrido por todos sus detalles artísticos, su arquitectura y sus espacios interiores llenos de personalidad; a través de las obras de arte más destacadas que atesora y hasta su vistosa naturaleza.

 

Piezas de gran valor artístico como su retablo de mármol, los sepulcros de los marqueses de Ayamonte, tapices y un laberíntico jardín de boj

 

Díaz López pone en valor la iglesia del pazo, con su estructura románica original y su ampliación barroca, y su claustro. También incide en las reformas que se acometieron en el conjunto a finales del siglo XIX, cuando lo adquirió la duquesa de Medina de las Torres, María Eulalia Osorio de Moscoso y Carvajal, descendiente de la Casa de Altamira, y que le dio el aire palaciego que tiene en la actualidad.

 

Dentro de la iglesia resalta el valor singular del retablo marmóreo que el taller renacentista de los Aprile realizó por encargo de los marqueses de Ayamonte y llegó a Santiago tras un agitado viaje por mar desde Sevilla en la plenitud del siglo XIX, junto con dos sepulcros de los citados marqueses, que, según el autor, “delatan el deseo de los herederos de la Casa de Altamira de arraigar en Trasouto”. Sobresale asimismo, por su sorprendente valor, la imagen de la Virgen de la Silla del siglo XVI, que fue traída también desde Sevilla.

 

El historiador destaca igualmente el interés artístico de los distintos retablos e imágenes, algunas de ellas atribuidas al insigne escultor gallego José Gambino. También los tapices que decoran algunos de los salones o el órgano del siglo XVIII que se dispone en el coro.

 

En el corazón de la austera arquitectura conventual los frailes concibieron una obra única de la jardinería geométrica, el jardín de boj que preside el claustro. Con unaspecto laberíntico, dibuja símbolos y motivos heráldicos que tienen que ver con lo que fue el pazo cuando era un oratorio franciscano.